martes, 18 de agosto de 2009

Hoy hace 20 años


Revisando noticias de mi país, Colombia, me di cuenta de que hoy hace veinte años ocurrió el magnicidio de Luis Carlos Galán. Pero pensando en esto, también pude notar que las personas de mi generación hemos sido testigos de nuestra violenta historia reciente. Por lo menos yo, trato de hacer un inventario y lo primero que viene a mi memoria, no por el hecho sino por la pérdida que sufrimos en mi familia, es el asesinato de un senador Motta allá por el año de 1981. Vivíamos en la cra 9 con calle 106 de Bogotá y ya ni sé si fue en la noche o en la mañana, el senador fue asesinado entre su carro en frente de su casa. Esa mañana, la cuadra estaba llena de policia y ejército. Teníamos un hermoso perro pastor alemán y todas las mañanas salía a dar su vuelta y al regresar se echaba frente al portón y esperaba que le abrieran la puerta. Pero casualmente ese día nuestra mascota jamás regresó. Buscamos por todo el barrio y más allá, ese y muchos otros días, el caso fue que no apareció y llegamos a la conclusión de que la policia se lo robó... ¡qué paradójico!

Luego recuerdo que siendo estudiante estaba sentada en el auditorio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano viendo "Koyaniskatzi", un tanto aburrida por cierto, cuando nos sacaron rapidamente del recinto diciendo que debíamos salir porque iban a cerrar la universidad. Fue el 6 de noviembre de 1985, día de la toma del Palacio de Justicia por parte del entonces grupo guerrillero M-19. Creo que de todos es conocido el hecho y la tragedia de dantescas proporciones.

El asesinato de Guillermo Cano, director del periodico El Espectador en 1986. Posteriormente, este hecho que mencioné al comienzo, el asesinato de Galán el 18 de agosto de 1989. Al día siguiente todos los que encontré sentían como yo un infinito desconsuelo y la sensación de vivir sin ninguna esperanza en el futuro. El 2 de septiembre de 1989, era un sabado por la mañana y me despertó un crujir de la tierra, era la bomba que destruyó gran parte de las instalaciones de El Espectador; días después, por cuestiones de mi trabajo, tuve que ir al periodico a revisar un material publicitario y pude ver directamente la destrucción y el caos provocado por este demencial atentado. Puedo decir que sentí miedo y al mismo tiempo tristeza...
El mismo año, el 6 de diciembre, iba camino a mi trabajo que quedaba ubicado en el sector de Quinta Paredes en Bogotá. Escuchábamos en el radio del carro un programa radial que se llamaba El zoológico de la mañana, y quedamos pasmados con la noticia del atentado al edificio del DAS, pero fue aterrador ver pasar camionetas que trasportaban los heridos llenos de sangre camino a la Caja de Previsión en el CAN, uno de los centros que recibió muchos de los heridos de esta terrible fatalidad. Personas que no tenían nada que ver con la entidad, cuidadanos del común que casualmente pasaban por allí, gente como uno... La onda explosiva llegó hasta los ventanales de las oficinas donde yo trabajaba y de nuevo esa sensación de inseguridad se apoderó de mi y de muchos a mi alrededor pero, desafortunadamente, muy rápido nos acostumbramos a convivir con ella.

Finalmente, trabajaba yo en la Secretaría de Hacienda Distrital en el pabellón 28 de Corferias, el día en que le cobraron con la vida a Jaime Garzón el deseo de vivir en un mejor país. El terrible hecho se perpetró justo al frente de la entrada a mi sitio de trabajo. Como todo sucedió muy temprano, no estuve presente, pero al lleguar encontré ese pequeño caos que generan las multitudes curiosas y morbosas. Y ahora me quedo pensando, esto es lo poco que llega a mi memoria en este instante, y es demasiado... Son demasiadas muertes, demasiados atentados, excesiva violencia y tristemente desmesurado nuestro conformismo. Y eso que no cuento las muertes de los hombres del "otro" lado: Pablo Escobar, Rodriguez Gacha y otros. Muchos de mis compatriotas ni se acordarán, otros pensarán que me lo inventé... No, todo lo que he dicho forma parte de mi experiencia y está archivado en mi memoria. Y las personas que conozco que apenas saben algo de mi país, se quedan aterradas de esto que he contado. Lo más triste de todo es que la situación no ha cambiado mucho.